Second Life es un fenómeno aparentemente en caída, pero ha sido -¿y sigue siendo?- uno de los mayores protagonistas de la Internet de los últimos años. En este breve artículo se reflexiona sobre algunas de sus singularidades y se proponen las raíces emocionales y experienciales como base de su éxito, más allá de sus efectivas campañas de márketing. El texto sirvió de prólogo al libro Second Life. Invéntense una vida digital y conviva con ella (Alfaomega, 2008).
“Para proyectar una [evasión], lo primero es saber qué excluir”
Italo Calvino, Tiempo Cero, p. 172
Interrogantes iniciales
¿Quién no ha fantaseado más de una vez con llevar otra vida? ¿Quién no ha imaginado una evasión de su vida cotidiana y en disfrutar de una segunda oportunidad? ¿Quién no ha soñado en tener un nuevo comienzo, para hacer las cosas de otra manera? Esta premisa, tan sencilla y común, es uno de los argumentos más potentes y sugerentes de Second Life, uno de los grandes protagonistas de la Internet contemporánea y una de las joyas de la corona de la llamada web 2.0. Sin embargo, ¿hasta qué punto es posible vivir una segunda vida en Internet? ¿Cuánto hay de cierto y cuánto de márketing en una promesa como ésa? ¿En qué medida podemos considerar que la navegación y la interacción en un entorno gráfico sintético en tres dimensiones y compartido simultáneamente por miles de personas, es algo a lo que podríamos llamar vida?
Probablemente, la respuesta a estas preguntas se sitúa en el terreno de lo opinable, de lo subjetivo. Según datos de febrero de 2008, Linden Labs, la propia empresa propietaria de Second Life hablaba de más de doce millones y medio de cuentas de usuario, de más medio millón de usuarios activos durante ese mes y de registros que se acercan a los 40.000 usuarios simultáneos de media en cualquier momento del día, de modo que los números avalan un fenómeno de dimensiones auténticamente masivas. Algunos usuarios abandonan Second Life a la semana de haberlo instalado y de haber puesto en marcha su cuenta, sin tiempo apenas de haber configurado su aspecto ni terminado el recorrido introductorio. Otros llevan meses inmersos y entusiasmados. Y aún otros han entendido esta nueva terra incognita virtual como un espacio de oportunidades promocionales y comerciales especialmente fértil y han instalado allí sus dependencias, en un acto que algunos consideran visionario y otros precipitado.
Por ello, y dado que la respuesta a estas preguntas depende enormemente de la experiencia que cada usuario tiene –o aspira a tener- en/con Second Life, en estas páginas se ha querido ofrecer una guía práctica, que sirva a cada potencial habitante para recorrer su propio camino, con toda la información básica sobre cómo adentrarse en este mundo sintético.
Referentes
Antes de ello, sin embargo, cabe preguntarse cuáles son las claves de la popularidad de Second Life. Tal y como se expone en las páginas iniciales de este libro (1), Second Life se ubica dentro de una línea evolutiva de otros espacios sintéticos de similares características. Habitat o ActiveWorlds –con su variante hispanoparlante, MundoHispano– son dos de sus más conocidos antepasados. ActiveWorlds, de hecho, es la plasmación deliberada del modelo ideal de Metaverso imaginado por Neal Stephenson en su novela de 1992, Snow Crash. No obstante, el árbol genealógico de Second Life tiene otros referentes que han gozado de una mayor popularidad en la aún corta historia de Internet.
Así, Second Life bebe directamente de los entornos multi-usuario, interactivos y que permitían ser creados colaborativamente que fueron los MOOs, una variante orientada a objetos de los llamados MUDs (Multi-User Dungeon o Multi-User Dimension, según gustos). La literatura periodística y científica sobre los MUDs y los MOOs es extensísima y ha constituido, probablemente, uno de los fenómenos más estudiados por las ciencias sociales en el terreno de lo cibersocial. Baste notar que en la entrada a LambdaMOO, el más célebre de los MOOs, se colgó un aviso especial para periodistas y etnógrafos, advirtiéndoles sobre el uso ético de la información que allí obtuvieran.
Aquellos entornos eran textuales. Toda la interacción se producía mediante texto. Second Life, en cambio, entra por la vista. La espectacularidad de sus gráficos, de sus escenarios y de sus protagonistas, es un elemento crucial para entender su éxito. A ello contribuyen unos anchos de banda crecientes y una optimización técnica que permite que la experiencia de Second Life sea mucho más eficaz e inmersiva que en anteriores experiencias de entornos multiusuario tridimensionales.
Eco mediático
Sin embargo, estas características técnicas no son suficientes para explicar la popularidad de Second Life. Más importante que todo lo anterior es su inusitada y fantástica cobertura mediática. Semejante interés de los medios de comunicación, provocó un efecto de bola de nieve que retroalimentó el fenómeno. Embajadas, agencias de prensa, universidades, medios de comunicación, partidos políticos, ONGs y empresas de todo tipo de pelaje han comprado espacio para abrir su delegación en Second Life, llamados por esa creciente popularidad que ellos mismos han contribuido a alimentar y magnificar.
No obstante, el elemento gráfico tiene otro efecto interesante: Internet no suele quedar bien en las fotos. Los medios de comunicación suelen tener dificultades para ilustrar gráficamente o audiovisualmente las noticias sobre Internet. Comparativamente, Second Life es muy fotogénico. Posiblemente esa sea una de las razones que se hallan en el origen de su popularidad mediática.
Pero, ¿es todo marketing? ¿es todo eco mediático que se retroalimenta? Muy a menudo se han destacado las experiencias comerciales y promocionales en Second Life, su uso político y su aprovechamiento corporativo. Se ha hablado de la economía de Second Life y de los profesionales que ejercen allí. Sin embargo, ¿cómo es la interacción social en Second Life? ¿Qué hay de los miles de usuarios que lo habitan cada día y que no tienen un especial interés en sacarle un rédito económico o promocional? En este libro se encontrarán las claves para que cualquier persona pueda llegar a sus propias conclusiones.
¿Un terreno para la utopía?
Internet ha sido imaginada en algunas ocasiones un espacio donde sería posible crear nuevos entornos que superaran las miserias de la vida “real”. Parecía que la economía, la política o incluso las relaciones personales, al digitalizarse, hubiesen de ser substancialmente diferentes y mejores. Second Life es quizá la mejor encarnación de esa visión inocente y apologética de Internet. Una nueva oportunidad. Un nuevo mundo. Una segunda vida. Una utopía. Oscar Wilde escribió en una ocasión que “el progreso no es más que la realización de las utopías” y si la tecnología es progreso y Second Life era una nueva encarnación de la tierra prometida, no cabe duda de que, potencialmente, estamos ante una de las materializaciones más sorprendentes que se hayan realizado y puesto en práctica jamás del modelo ideal de una Utopía.
Posiblemente la idea de “utopía” sea una de las más fértiles, dúctiles y provocadoras de la historia del pensamiento occidental. Simplificando burdamente un argumento de Zygmunt Bauman, hay dos modelos de utopías. En primer lugar está la utopía de la época moderna, la original surgida a partir del texto de Thomas More y continuada en las obras visionarias de los socialistas utópicos. Muestra la idea clásica de una sociedad mejor, que debía servir como incentivo, como modelo, para los movimientos sociales. En segundo lugar, está la utopía de la época contemporánea, que en lugar de imaginar una meta para el futuro lo que hace es plantear un mundo alternativo, una evasión, una vía de escape del mundo actual. Hay una diferencia fundamental en los dos planteamientos y es una diferencia que puede aplicarse a las lecturas que hagamos y experiencias que tengamos en Second Life. Escribe Bauman que:
“Una utopía es ante todo una imagen de otro universo, diferente del que se conoce por experiencia directa o por haber oído hablar de él. La utopía, además, prefigura un universo enteramente creado por la sabiduría y la devoción humana” (Z. Bauman, Tiempos Líquidos, p. 138)
La definición sería perfectamente válida para Second Life. La imagen de otro universo, alternativo, y completamente sintético, generado por la sabiduría –y la tecnología- humana. La cuestión, sin embargo, es qué tipo de utopía puede representar Second Life. Por un lado, podría evolucionar y convertirse en un espacio para la creación de nuevos modelos y vínculos sociales, un entorno que se hibridará con el resto de los espacios sociales y ofrecerá nuevas posibilidades al conjunto de la sociedad. Por otro lado, puede convertirse en una simple evasión de la realidad material cotidiana, un entorno envolvente en el que olvidar un poco la primera vida, mientras se sorben pequeñas dosis liofilizadas de una segunda vida mediada por ordenador.
También es posible que en la era de la información y en la llamada sociedad del conocimiento, las nuevas utopías de textura digital no sean ni lo uno ni lo otro, sino un simulacro postmoderno y postcontemporáneo, que ni plantea un mundo mejor ni un mundo al que evadirse porque, en realidad, las utopías digitales se hayan reciclado y convertido en partes intrínsecas de la misma realidad de la que pretendían partir o escapar los modelos anteriores de utopía. Es posible que Second Life aporte un poco de todas y cada una de estas ideas de utopía. Que encarne una idea de un futuro mejor organizado, que constituya una vía de escape de la cotidianidad y que, también, sea una sofisticada hiperrealidad, un simulacro de la vida misma, pero privatizada y controlable, más al estilo de Matrix que de los mundos distópicos de Huxley, Orwell o Bradbury.
La mirada del usuario
La clave estará en la perspectiva y las expectativas que deposite el usuario en Second Life. Porque, desde el punto de vista de la experiencia del usuario, una vez superadas las primeras barreras y obstáculos de configuración y aprendizaje, Second Life es algo más que un fenómeno de marketing o un producto del buzz mediático. Miles de personas lo experimentan cada día y, como rezaría el aforismo publicitario, no pueden estar equivocados.
Los mimbres interaccionales de Second Life no son muy distintos a los de sus parientes más o menos cercanos y sólo-texto. En el capítulo 1 podremos leer que “los mundos virtuales representan una compleja amplificación de la imaginación digital”. Más que imaginación, nos adentramos en el terreno de la interacción, de la proyección y de la actuación. Actuación, en el sentido más teatral y performativo de la palabra, ya que no estamos ante un espacio donde la realidad sea simplemente imaginada.
Se trata de una realidad real, materializada en una dimensión no-material, practicada y creada por la práctica, al modo de los espacios practicados definidos por Michel de Certeau. Certau decía que el espacio, la realidad, “ocurre como el efecto producido por las operaciones que lo orientan, lo sitúan, lo temporalizan y lo hacen funcionar” y que, “es como la palabra cuando es pronunciada”. Lo que esto significa es muy sencillo: son los usuarios de Second Life quienes aportan el ingrediente X. Son ellos quienes lo transforman de un entorno tridimensional sintético orientado a objetos en un espacio social. Consecuentemente, dejan de ser meros usuarios para convertirse en habitantes, pobladores, ciudadanos de Second Life.
El estremecimiento
Sea como sea, esto sigue sin explicar las razones por las cuáles Second Life funciona, convence y es una realidad social válida para esas miles de personas que lo habitan y practican a diario. Antes de terminar estas páginas introductorias, quiero apuntar una más. Second Life tiene la capacidad de estremecernos. Otra frase sencilla, pero con un profundo calado emocional y experimental. Resulta difícil explicarle a alguien que no utiliza habitualmente los espacios de interacción cibersocial la naturaleza de esa sensación. Sin una cierta inmersión en un entorno cibersocial como un chat, un MUD, un MOO o un espacio como Second Life resulta complicado transmitir la vitalidad y la autenticidad de la interacción mal-llamada virtual.
La proyección de la propia identidad a través de un pseudónimo que se convierte en personaje y luego en alter-ego, la intensa involucración e identificación que se produce entre el ego-tecleante y el ego-sintético proyectado y practicado en el ciberespacio es, desde mi punto de vista, la razón última y fundamental del éxito de los espacios públicos (aunque sean de titularidad privada) virtuales. Second Life es sólo una muesca más, seguramente la más sofisticada y la más mediáticamente célebre hasta la fecha, de estos espacios públicos virtuales. Pero como habían conseguido sus predecesores, en Second Life sus habitantes se estremecen en sus interacciones con los demás. Se estremecen, se emocionan, se ofenden, se ilusionan, se alteran, se enervan, se enamoran, se avergüenzan, se agreden y un sinfín de otras acciones y sensaciones auténticas que se experimentan en este espacio.
Erving Goffman escribió en 1967 una definición del self, de la personalidad del ser humano occidental en sociedad, que se hace especialmente interesante a la luz de estos nuevos espacios para la sociabilidad como son los entornos virtuales. Decía Goffman que el self, la persona, es “una especie de jugador inmerso en un juego ritual que tiene que hacer frente, honrosamente o no, diplomáticamente o no, a las contingencias de cada situación”. La visión del intercambio social como un juego de rol, que tan agudamente observó y describió Goffman es muy pertinente para comprender la seriedad, la autenticidad y la complejidad de la interacción social que se da en un entorno como Second Life. Del mismo modo que Goffman, al comparar la vida social cotidiana con un juego, consiguió conferirle al tema una importancia que hasta entonces no tuvo, considerar que Second Life es sólo un juego o un pasatiempo sería también despreciarlo y errar el juicio.
Así pues, Second Life es una experiencia altamente significativa para sus usuarios, que en su interacción cibersocial, llegan a estremecerse. Utopía, distopía o simulacro, se trata de un espacio de posibilidad original, distinto y enriquecedor, que merece nuestra atención. Esperamos que estas páginas sean una buena herramienta para que aquellos curiosos con sed de utopía, del tipo que sea, puedan sacarle el máximo partido y puedan elaborar ellos mismos, sus propias conclusiones sobre este mundo sintético tan atractivo y singular.
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Este artículo fue originalmente concebido como prólogo al libro de Arturo Caro y Octavio Islas, “Second Life. Invéntese una vida digital y conviva con ella“, publicado por la editorial Alfaomega en 2008. Existen varias referencias concretas a esta publicación, aunque el presente artículo y sus argumentos son independientes del resto. También está publicado digitalmente dentro del Archivo del Observatorio para la CiberSociedad.