Avui el Tomàs Delclós publica un article al CiberPaís on recorda i recorre els vint-i-cinc anys que fa que l’Scott Fahlman va “inventar-se” les emoticones, els “smilies’, vaja. Tota una efemèride del ‘cibermón’ que ha quedat tan diluïda i integrada en la “resta del món” que ja gairebé fa mandra fins i tot parlar-ne -ja no dic escriure’n.
Com que en vaig parlar -i escriure- molt en una època de la meva vida, el Tomàs em va trucar fa uns dies per parlar-ne i ha citat alguna de les coses de què vam parlar… No sé si com a al·ludit hi tinc, com a mínim, dret moral, però us copio aquí sota l’article “Los emoticones cumplen 25 años”, que també trobareu prement aquí.

Los emoticones (o emoticonos), esos signos sencillos que expresan un estado de ánimo, cumplen este mes 25 años. En el periodo prediluviano de Internet, el 19 de septiembre de 1982, Scott Fahlman, un profesor de Informática de la universidad norteamericana Carnegie Mellon sugirió añadir el símbolo 🙂 para subrayar que el comentario de un mensaje estaba hecho con ironía. La idea tuvo éxito entre sus colegas, que agrandaron rápidamente el diccionario de iconos. Por aquel entonces, Internet era una red minoritaria, académica, y sus pioneros empleaban los online bulletin boards para comunicarse entre ellos. Cuando Internet creció, los internautas adoptaron estos códigos para subrayar el sentido de sus mensajes.

Mitad en serio

Escritos con los símbolos ASCII, dado que el emoticón fundacional era el de un rostro sonriente, estos nuevos iconos se conocieron con el nombre de smileys (sonrisas).

El propiop Scott E. Fahlman ha colgado en la Red el relato de su invención. Lo pensó para evitar sarcasmos en los mensajes, que podían multiplicar las respuestas igualmente sarcásticas y hacer olvidar el tema principal y porque algunos lectores poco espabilados podían interpretar seriamente lo que era una nota humorística.

“Este problema nos hizo sugerir, sólo mitad en broma, que quizá sería una buena idea marcar explícitamente los mensajes que no debían tomarse en serio”. Sin poder recurrir al lenguaje corporal o al tono de voz, varios autores bromistas sugirieron distintas soluciones: “En medio de esta discusión se me ocurrió que la secuencia 🙂 sería una solución elegante”. En el mismo mensaje propuso el signo 🙁 para indicar la seriedad del mismo.

El mensaje fundacional se perdió con los cambios de formatos en el sistema de comunicaciones de la Carnegie Mellon, pero al cabo de unos años, Microsoft patrocinó una expedición arqueológica para encontrar dónde se hallaba almacenado y un sistema para decodificar el formato obsoleto.

Falhman recoge en su texto las críticas de quienes opinan que los emoticones son un recurso de malos escritores porque Shakesperae no los necesitó. “Quizá han degradado nuestra comunicación escrita”, admite su inventor, pero contraataca recordando que ni todos somos Shakespeare ni el propio Shakespeare emplearía la misma prosa para quejarse de que no hay plazas de aparcamiento en el Globe Theater.

Por otra parte, argumenta, una confusión sobre el sentido literario de una obra no crea los mismos problemas que un error de interpretación de un mensaje de difusión masiva. Su texto termina con un cita a una entrevista a Vladimir Nabokov en el que el escritor lamentaba que no hubiera “un signo especial tipográfico para la sonrisa -una especie de marca cóncava-” para responder a una pregunta del periodista sobre cómo se ubicaba con respecto a otros escritores contemporáneos.

Hoy en día existen kilométricas compilaciones de emoticones, unos abecedarios que intentan dibujar todo tipo de sensaciones y matices.

La popularización de herramientas para el diseño gráfico o la edición fotográfica y la mejora de las conexiones en Internet han facilitado una evolución gráfica de aquellos primeros compuestos de signos ASCII.

Por otra parte, está el mundo de las conexiones con voz e imagen que no necesitan emoticones. Sin embargo, el antropólogo y director del Observatorio de la Cibersociedad, Joan Mayans, considera que siguen muy vivos. “Se emplean básicamente media docena, que son los que todo el mundo reconoce sin necesidad de acudir a repertorios para descifrar su significado. Los que no pueden interpretarse de inmediato no funcionan tanto como refuerzo comunicativo, sino como muestra de ingenio, de humor”. Mayans considera que los emoticones no tienen nada que ver con los avatares, en los que el internauta crea un doble de sí mismo en el que puede escoger sexo, apariencia, vestido. “El avatar es una herramienta de personificación y el emoticón es un recurso de comunicación”.

Lenguaje complementario

En 2005, la encuesta de AIMC sobre usos de Internet reflejaba que el 34% de los internautas españoles empleaban habitualmente emoticones y el 29% lo hacía ocsionalmente.

En opinión de Nicole Etchevers, que cita este dato en la Revista Electrónica Teoría de la Educación, “estos emoticones cumplen una función informativa y complementaria a las palabras, como lo hace la comunicación no verbal (…) Lo que debe quedar claro es que los emoticones en ningún caso cumplen una función “sustituyente del lenguaje corporal”, pero sí suministran información anexa.

Con la llegada de las actuales herramientas gráficas, la comunicación emocional no se limita a estas analogías de la gestualidad humana. En la Universidad de Pittsburgh, por ejemplo, han desarrollado un programa, Face Alive Icons, que permite dar automáticamente a una única foto del internauta, preferible con una expresión neutral, una determinada expresión emocional dentro de un rango de opciones.

Con todo, los emoticones siguen ahí y Mayans considera que han adquirido una nueva importancia con la mensajería desde móviles.

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