Sol passar en èpoques pre-electorals. Qualsevol que tingui quatre coses publicades a Internet sobre política i alguna de les eines de moda (avui toca Twitter, a la darrer campanya electoral, Second Life era la bomba i els blocs, una eina irrenunciable), els periodistes el troben i li demanen opinions. A partir d’aquí, el que es fa amb aquestes ‘declas’ ja és més variat. Com a mostra, deixaré les preguntes i respostes que una periodista em va fer fa uns dies i, a continuació, es pot contrastar l’ús que en va fer a l’article de El País “Un tuit por un voto.

 

¿Qué importancia tienen twitter en la comunicación política?
Twitter acaba de cumplir cinco años. Aún no está claro qué importancia tendrá, en el futuro, pero a día de hoy, convertido en un canal de moda para casi todo, Twitter es irrenunciable para cualquier candidato electoral. Sirve para que el candidato diga “soy moderno” y “estoy a la última”. Para muchos de los políticos en liza en la próxima campaña, Twitter es más un mensaje que un medio.

Y no obstante, es un medio. Un medio potente con el que dar información de primera mano y permitir la interpelación y la respuesta directa. Puede ser una herramienta importante de comunicación política y de gestión de la administración y del gobierno, una vez se termine el proceso electoral. Ahí está el verdadero potencial de Twitter como herramienta de comunicación política (más que como plataforma de propaganda electoral), lo mismo que ha ocurrido antes con los blogs de los políticos. No obstante, sólo unos pocos le dan realmente este uso y del mismo modo que la mayoría de los blogs políticos son abandonados poco después de las elecciones, me temo que algo parecido pasará con las cuentas de Twitter de los candidatos.

Que un político –más allá de las elecciones- atienda a la ciudadanía de manera directa, que utilice los medios sociales para conectar y conversar con sus ‘administrados’ y sus electores, no puede ser sino una pequeña revolución en un contexto donde nuestros mecanismos de democracia directa y de ‘accountability’ respecto a los políticos son más bien escasos.

 

¿Son especialmente activos los políticos catalanes en twitter? ¿A quiénes destacaría y por qué?
Tenemos algunos tuiteros políticos de trayectoria importante. Ernest Benach es seguramente el más reputado y prolífico: tuitero desde abril de 2008, con 9.648 seguidores, y más 6.700 tuits enviados. En su recorrido político, Benach se ha destacado como un decidido impulsor de las nuevas tecnologías como elemento clave de comunicación y transparencia política. Miquel Iceta es uno de los más activos del PSC. Aunque destaca especialmente como bloguero, su cuenta de tuiter (creada en septiembre de 2009) tiene más de 2,500 seguidores.

Entre los políticos candidatos a las próximas locales vemos una diferencia importante. Mientras que Jordi Hereu acaba de llegar a la tuiteresfera, con un perfil creado específicamente para esta campaña (el pasado mes de enero), Jordi Trias es un tuitero experimentado, con cuenta creada en junio de 2.008, triplicando su número de seguidores (3.700 vs. 1.200). Mucho más activa en este espacio era la derrotada de las primarias socialistas, Montserrat Tura, tuitera desde hace más de un año y con más de 5.300 seguidores. Jordi Portabella, por su parte, también ha abierto su cuenta hace apenas un par de meses, con algo menos de 1.500 seguidores. El más seguido de todos los políticos de primera fila en liza en la próxima contienda electoral barcelonesa, sin embargo, es Joan Laporta. Sus casi 12.000 seguidores representan más del 10% de los votos que recogió hace unos meses en las elecciones autonómicas, aunque sus intervenciones han sido más bien pocas, con una media inferior al tuit diario.

 

¿Una excesiva actividad en twitter de un político concreto puede suponer que descuida otras áreas?
Twitter es un canal de comunicación. Es inmersivo y envolvente. Si los políticos lo gestionan directa y personalmente, especialmente en campaña, puede suponer un cierto grado de atención. Sin embargo, no creo que eso pueda ser la causa de descuidar nada. Incluso si pudiéramos llegar a considerarlo así, no creo que fuera excesivamente preocupante –al contrario- que un político dedicara “excesivo” tiempo a hablar con sus votantes/administrados a través de un canal breve, directo y estructuralmente democrático como Twitter.